martes, 7 de enero de 2014

Receta del Roscón de Reyes. Nivel intermedio

- Veamos, Atanasio, me prometiste la receta del Roscón de Reyes.
- Es cierto. Y ahora es el momento de comerlo.
- Bueno, al grano, ¿qué lleva?
- Pues harina, huevos, azúcar mantequilla, levadura... pero espera, iremos por pasos.
- Entonces lo voy a apuntar.
- Vale, pues prepárate, en cierto sentido el Roscón de Reyes es un bollo, así que usamos una base de harina y huevos.
- ¿Empezamos con eso?
- No, mira, cogemos un bol, ¿ves? Y ponemos un poco de leche, unas pocas cucharadas de leche caliente en las que vamos a disolver un pellizco de levadura y una pizca de la harina que tenemos. Con todo eso formamos una masa blanda.

- Pellizco, pizca, o sea muy poco de cada cosa. Vale, ¿y qué se supone que hacemos con esa masa después?
- La masa la dejamos reposar así que la ponemos aparte, en un sitio templado, ponemos un paño de cocina encima y la dejamos reposar. ¿Sabes lo que ocurrirá?
- No, ¿qué?
- Crecerá hasta doblar su volumen. Eso le llevará unas dos o tres horas.
- Se hinchará. Genial.
- Vale, ahora cogemos el resto de la harina y hacemos un hueco en el centro, como si construyeras un volcán.
- ¿Para qué haces eso?
- En el cráter del volcán vamos a poner los huevos, el azúcar, el agua de azahar, la ralladura de limón. A partir de ahí amasamos.
- Eso es lo más pesado.
- En parte sí; hay que trabajar la masa con las manos para que los ingredientes se mezclen adecuadamente, casi se fundan unos con otros. Lleva su tiempo.
- ¿Y cuando sabremos que hemos llegado al punto justo?
- La masa tiene que tener un punto correoso, es decir tiene que empezar a perder su flexibilidad.
- Pero eso no es bueno.
- No creas, es la señal de que necesitas el último toque. Entonces añades la mantequilla y vuelves a amasar hasta que se incorpore al resto de la masa. Otra vez a trabajar. ¿Y después qué?
- ¿Te acuerdas de la masa blanda que habíamos dejado reposar?
- Sí. Me acuerdo de ella.
- Pues ha llegado el momento de mezclar las dos masas. Sé que no te gusta amasar una y otra vez, Yangay, pero el mundo de la pastelería es así.
- Tienes razón. No hay más remedio. Pero me aseguras que merecerá la pena, ¿no?
- Va a salirnos muy rico.
- Bueno, y cuando está todo amasado, ¿qué hacemos?
- Cuando tengas todo mezclado, volvemos a hacer como al principio: espolvoreamos con un poco de harina y dejamos reposar la masa tapada un par de horas en un sitio templado.
- Y tras esas dos horas, ¿hay que meterlo en el horno?
- Bueno, primero volvemos a amasar un poco, para que la textura no esté muy rígida, y enseguida lo metemos en el horno con un poco de harina por abajo. Entonces lo aplastas un poco y abres un agujero en el centro.
- Para que adopte la forma de una rosquilla.
- Sí, pero de forma alargada, como una elipse, no como una circunferencia. Además se suele meter un muñequito de plástico o de porcelana dentro de la masa.
- ¿Y eso? ¿Es una costumbre?
- Exacto. Se le llama sorpresa. Y la tradición dice que a quien le toca la sorpresa tiene suerte en el año que empieza.
- ¡Qué bien! Aunque la suerte puede consistir en perder un diente.
- Bueno, eso no es muy frecuente. La sorpresa se suele envolver en plástico y normalmente ocupa suficiente espacio como para ser detectada cuando cortas el roscón. Aún así , es cierto que hay que tener cuidado.
- Yo de momento creo que no pondré sorpresa en los primeros roscones que haga. Bueno, ¿y qué nos falta?
- Por último adornamos el roscón con fruta escarchada, con un pincel pintamos la superficie de arriba con yema de huevo, y luego espolvoreamos con azúcar.
- Y al horno.
- Eso es, al horno durante un cuarto de hora o así, y ya lo tienes, listo para comer.
- Pues me voy a prepararlo, Atanasio. Gracias por la receta.
- Un placer. Nos vemos.
- Hasta luego.

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